domingo, 17 de enero de 2010

The Rocketeer (1991)

Los estudios Disney son expertos en crear franquicias: una película que genera secuelas (más películas, series de TV, parques de entretención, etc.) y usando todo ese conocimiento y experiencia decidieron recrear el estilo retro-futurista de los años 30's y 40's con The Rocketeer. El propósito, volver a emocionar a los espectadores con imágenes heróicas de un personaje patriota y aventurero que luchaba por los ideales de la nación durante la Segunda Guerra Mundial.

La idea era brillante y tenía buen futuro, pero no contaban con el estreno de T2: Judgement Day y lo que debía ser el inicio de una nueva franquicia para Disney se convirtió en un fracaso comercial que pocos en verdad conocen.

Luchando contra espías nazi y volando contra el tiempo para rescatar a su novia, el joven Cliff se amarra a la espalda un cohete que le da la habilidad de "volar sin alas", como él mismo lo pone. La premisa es buena, la idea es original y el estilo de la película rescata toda la magia de las antiguas seriales de cine que fueron la inspiración para sagas como Star Wars o Indiana Jones, a pesar de que los personajes son estereotipos de héroes y villanos que parecen sacados de un cómic.

Oh, cierto... la película está basada en un cómic. Una de esas novelas gráficas que pasaron al olvido por culpa del fracaso comercial de la cinta, The Rocketeer prometía mucho más. De hecho, la segunda parte al ser cancelada sólo vio la luz del día en formato de cómic. Incluso había planes de construir una atracción en un parque Disney dedicada al heróico piloto.

Me parece muy lamentable que estos trabajos se pierdan en el olvido y que sólo unos pocos fanáticos del "steampunk" y otras modas retro se acuerden del hombre-cohete, porque a mi me habría encantado ver una segunda y tercera parte; habría sido genial ver a Cliff en Alemania peleando contra hombres-cohete nazi y llevando sus ideales de niño bueno norteamericano a la Europa en guerra de los años 40's, pero todo eso ya está en el olvido y sólo nos queda recordar, a los pocos que conocemos la película, lo divertido que puede ser el cine de aventuras y héroes de ficción.

Lobo.

jueves, 14 de enero de 2010

Dragon Head (2003)

Si hay algo que se le puede criticar al cine japonés es que es muy... japonés. No me refiero a su estilo en sí, sino más bien a su afán por cerrarse al resto del mundo. Japón es un país bastante racista y una forma de darse cuenta es viendo sus películas que rara vez son "universales", pocas veces parecen estar hechas para un público general. Muy por el contrario, es necesario ser japonés para entender y disfrutar por completo el cine que ellos hacen.

Dragon Head es una de esas cintas hecha por y para los japoneses. Con casi dos horas de duración y una trama muy simple, la película está basada en un manga (cómic japonés) que relata las desventuras de una pareja de jóvenes mientras intentan sobrevivir a un cataclismo de proporciones mundiales que no sólo los deja sin agua y sin comida, sino que además los deja sin un atisbo de civilización, porque los personajes que van encontrado en su travesía, si bien siguen siendo humanos, han perdido por completo su humanidad, consumidos por la desesperación.

No es una película para los amantes del género "desastre" (terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas, etc.) a pesar de estar ambientada en este mundo post-apocalíptico; es más bien un drama emocional y un viaje de madurez para que un chico débil se convierta en hombre y una niña chillona en mujer.

¿Lo más rescatable? Lo minimalista de todo; los efectos especiales no son espectaculares, los actores no son demasiado talentosos, la historia no necesita ser compleja para atraparnos.

¿Lo más negativo? Que el ritmo sean tan... ¿japonés? Porque si yo editara la película le cortaría unos 20 minutos para dejarla más concisa. Ah, y además le quitaría algunas de las escenas donde Teru, el protagonista, se cae, tropieza o está con la cara enterrada en el polvo, porque llega a ser molesto verlo tan torpe para moverse y pasar tanto rato en el suelo.

Sólo para los más fanáticos del cine sombrío japonés y de las películas que hablan del fin del mundo. No apta para ser vista sin buena compañía con quienes comentar los diálogos o contar cuantas veces Teru se cae o Seto, la chica, está llorando.

Lobo.

Inglourious Basterds (2009)

El señor Tarantino tiene una fama que le precede. Su público espera con ansias cada una de sus películas, ya sea por los diálogos complejos e inteligentes, por la excesiva e innecesaria violencia o por las referencias escondidas a otras cintas que sólo un puñado de fanáticos conocen.

Como era de esperarse, Inglourious Basterds no es la excepción y en ese sentido no desilusiona. La historia es contada por personajes carismáticos que hablan con su boca y la de sus armas; hay bastante sangre para los que gustan de eso y tenemos toda clase de referencias a los famosos "spaghetti western" que Tarantino ama (incluyendo una breve pero exacta aclaración de qué es un mexican standoff). Bravo hasta aquí.

Lo que no dejó de asombrarme, sin embargo, fue la habilidad de don Quentin para aún así sorprenderme. Aunque están presentes todos los elementos de su personal estilo también se las arregló para incorporar un par de nuevas viñetas, como el desarrollo de un villano complejo (que de paso se roba toda la película), o la total parodia de los hechos históricos (Hitler como siempre lo habíamos querido ver). El drama de Shoshanna, la motivación de Aldo y sus hombres o la forma fría en que Landa realiza su trabajo son todos elementos dignos de ser apreciados a lo largo de la extensa película (153 minutos) dividida en capítulos.

Un nuevo acierto para que el señor Tarantino se recupere un poco del desatino que fue Death Proof (una mala película hecha así a propósito y que en realidad nadie quería ver). Ahora a esperar unos 3 años más para la tercera parte de Kill Bill.

Lobo.

Avatar (2009)


La película más esperada del año y ahora la que pretende destronar a Titanic como la cinta más taquillera de la historia, un proyecto ambicioso en extremo pero bueno, así es James Cameron.

No voy mucho al cine porque odio ver una película con gente hablando (y porque es muy caro) pero para esta cinta tenía que hacer la excepción. He esperado demasiados años para que el señor Cameron haga algo nuevo y no me podía perder el espectáculo; además, me di el gusto de verla en 3 dimensiones, compartiendo la sensación de estar inmerso en la película.

Las expectativas eran enormes y para mantener el factor sorpresa me obligué a ver sólo un avance de 2 minutos y nada más. No vi entrevistas, detrás de cámaras, documentales, ni ninguna otra imagen que pudiera arruinarme la experiencia, y valió la pena.

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba una cinta de esta manera, donde cada escena era una sorpresa, sin tener idea de que pasaría después (excepto, claro, porque siendo una película de Hollywood hay ciertos elementos predecibles). Desde la música de James Horner hasta la historia de James Cameron, pasando por la actuación virtual de Zoe Zaldaña y el deleite visual que es cada escena, puedo decir que en verdad disfruté de la película como si hubiera sido la primera vez que veía algo así.

Y es que Avatar es una de esas experiencias que se convertirá en referente futuro para todas las cintas que pretenden ser grandiosas y emocionarnos de corazón, cintas que seguramente no estarán a la altura de nuestras expectativas y que simplemente se unirán al montón de películas palomiteras marca Hollywood que estamos acostumbrados a digerir.

Gracias, señor Cameron, por recordarme para qué veo cine.

Lobo.